jueves, 29 de julio de 2010

# 12. Anita y las olas.



Anita, mujer templada a golpe de forja. Con alforjas llenas con el sudor de su frente, se encontró frente a frente con el amor más natural y básico. Un músico nostálgico con muchos acordes todavía por afinar. Ella, vecina del mar; él, ciudadano de ninguna ciudad. Por impulso y con invitación, Anita visitó a su amor con alegría, varias veces, sin prisa ni urgencia, y para su decepción, su vehemencia más que arrullar arrolló al artista ya de por sí atropellado.

La distancia era inevitable, el silencio era innecesario. De tener una comunicación a diario, a detener una comunicación de a diario. El músico no emitía más que alguna nota cada tres días, todas ellas frías. Anita temía que su amor confundiera la entrega que sentía por una exigencia que no existía. Él decía de ella que era una mariposa temprana: fresca y llena de vida; de sí mismo que era un bicho maltrecho, buscando la forma de volver a caminar derecho. Sin ser necesario escucharlo, Anita entendió que su chico, todavía inestable, no osaba acercarse más por temor a que ella fuera otro elemento a añadir a su desorden vital.

-No sé qué hacer. Lo pienso cada noche, cuando ya no hay visitas, ni papeles, ni reuniones, ni teléfono. Salgo al balcón y hablo con las olas, les digo lo que me gustaría decirle a él. –me confesó Anita un anochecer que compartíamos delante de dos Martini rojos
- Pues no sé a qué aguardas para hablarlo con él –me aventuré a decir sin que me pidiera mi opinión.
- Uy, no sabría por dónde empezar, ni qué decir, ni cómo hacerlo…
- Hazlo, simplemente. Cuéntale lo que hablas con las olas. –me terminé despachando así.

“Lo dicho, mal bicho...

Anoche, tras apagarse la última voz, agradecida por el regalo del silencio poco frecuente, reparo, de repente, en un sonido familiar. No era otro que el mar, de nuevo con un rugido feroz, constante, insistente, un derroche.

- ¡Anita....! - escucho -
- ¿Quien es? pregunto, y pienso: A estas horas no espero visita…
- Pues ya ves: somos nosotras, las olas.
- ¡Vaya...! ¿A qué viene este escándalo? ¿Queréis romper la playa?
- ¡Calla, mujer, calla! ¡De alguna manera había que llamar tu atención!
- Ya la tenéis ¿Qué se os ofrece?
- Acercarte tu amor…
- Agradezco la intención, pero dudo que suceda, tiene miedos, tiene dudas…
- ¡Nos las hemos visto más duras! Es sencillo, a ver qué te parece. Podrías decirle a tu amigo el músico que somos excelente público, a la vez que una inagotable fuente inspiradora. Que se haga un pequeño viaje, y nos mire de frente, como tú ahora. Si quisieras ser la transmisora, si nos hace caso, si le apetece... podrías hacer las veces de anfitriona.
- No sé, ¿Y si no funciona?
- ¡Mira que eres llorona!... ¡Hazte y haznos el favor!

(...)

Y aquí estoy para informarte,
que dicen éstas, que cuando yo voy
ellas vuelven, varias veces, de muy lejos,
que le eche narices,
que no te eche los tejos,
que sólo te pida que traigas tu arte,
que aquí tenemos
los aparejos que precises.

Besos de salitre y espuma."