martes, 11 de enero de 2011

# 20. Conversación de cafetería.


Con las chicas, en Berlín...


ACTO PRIMERO
(Susi, Elisa y Rosa están en la terraza de la cafetería, sentadas alrededor de una mesilla conversando. Llegan Lara y camarero, unos pasos tras ella)


Lara: ¿Siempre hay alguna cosa
que una novia deba admitir
que es difícil consentir
siendo apenas quisquillosa?

Susi: A Lara se le ve venir.

Rosa: Lleva un tiempo quejosa

Susi: Yo creo que es otra cosa:
que no siente, y quiere sentir…

Lara: ¿Queréis dejar de hablar de mí
como si fuera una menor,
sin conocer un pormenor,
como si no estuviera aquí?

Elisa: Amiga, no te molestes
porque opinemos sobre ti.
Con cariño tienes aquí,
a tus soldados, tus huestes.

Lara: Lo siento, tienes la razón,
Lo cierto es que la tenéis,
hace tiempo que no me veis
porque llevo un caparazón

Susi: Nosotras te conocemos.
son asuntos del corazón
que, deshecho de desazón
hace que nos encerremos.

Camarero (recién llegado): ¿Qué desean las señoras?

Lara: (aparte) Mira éste, ¡qué pregunta!

Rosa: Tengo hambre de marabunta
y aunque sé que no son horas
yo quisiera un bocadillo
con jamón, tomate y queso;
una caña larga en vaso,
y después un carajillo.

Elisa: (a Rosa): Nena ¡Eso sí es apetito!
Yo quiero un café con leche

Lara: Espero que te aproveche (a Rosa)

Susi: Un solo, que sea cortito

Lara: No os vayáis a atragantar (a Rosa y Susi)

Camarero: Queda usted por decidirse (a Lara)

Lara: ¿Es su costumbre lucirse? (al camarero)
Porque lo acaba de bordar:
de cuatro mujeres que ve,
la que no tiene ni idea
baila siempre con la fea
por tardar en escoger.

Camarero: Quizá algo de beber…

Lara: Pues lleva razón el mozo:
no tendría mi alma en un pozo
siendo firme en mi proceder.
Café con leche quisiera
para mí también, por favor
¡Vayamos a entrar en calor
de una agradable manera!

El camarero se marcha, después de tomar nota.

Elisa: Te hemos visto muy precisa
en contar al camarero
que estás en un quiero y no quiero,
turbada por indecisa.

Lara: Este casi paga el pato,
que la angustia mete prisa.
Que se siente mi camisa
me interesa de este rato.

Susi: No lo jures, no es preciso.
Pero, por favor, empieza,
para ordenar la cabeza,
¡Hacerlo al primer aviso!.

Lara: Sabéis que quiero a Gonzalo…

Rosa: Sabemos que vives con él
sin manifestar el querer
de “en lo bueno y en lo malo”

Lara: Justamente: no hay un trato
pero cerca está la fecha
en que ese acuerdo acecha,
y me planteo, con recato,
que si soy, en fin, derecha
debería admitir tal vez
que más que amor es tozudez.
Que no le amo es mi sospecha.
El sentimiento es molesto:
estoy con nervios de punta,
y además de ello, se junta
que ya está todo dispuesto.

Susi: Te mareas demasiado,
quizá eres muy exigente
para ti y para la gente,
y al fin no pillas bocado.
Relájate con los tíos,
con todos en general,
que al camarero, buen chaval,
te lo ibas a comer frío.

Rosa: Si por encontrarle un “pero”
te planteas tantas dudas…
parece que a estas alturas
estás lejos de un “sí, quiero”

Lara: ¿Quien quiere querer con un sÍ?

Elisa: ¡Con un sí siempre, las dos partes!
Hasta donde llegues… ¡comparte!
Que yo no me comprometí,
y por eso a nadie falto.
Ahora esa es mi elección:
que dentro de mi corazón
no tenga horma mi zapato.
Si no sé o no he sabido
lanzarme al ruedo del querer,
no me apuro por no tener
amante, novio o marido.
Lo tuyo es bien diferente
porque hace años que estáis juntos,
y llegados a este punto
que seas clara es conveniente…

Susi: Mujer ¿pero qué te pasa?
¿Por qué ahora confundida?
¡Seguro que es la estampida
típica de quien se casa!

Lara: Que no, que no es sólo eso.
No hay futuro donde no lo hay,
Mi presente vivo en un ¡ay!
Mi corazón se ahoga preso.

Rosa: ¿Desde cuándo sientes así?
Lo descubriste hace mucho?
Por primera vez te escucho
y lo siento tanto por ti…
Con Gonzalo ¿lo has hablado?

Lara: Sigue el gato sin cascabel.
A un paso la luna de miel,
y mi novio no es mi amado.
A veces algún detalle
suyo me saca de quicio,
Para mí es un sacrificio,
y es difícil que me calle .
Ya sé que esto no se pasa.
El tiempo no ha sido en balde:
ni ese hombre es de mi molde,
ni somos la misma masa.
No soporto ni lo quiero
soportar; he de claudicar.
Si es que no se puede cambiar,
no será mi compañero.

Rosa: Dinos algo, un ejemplo
de aquello que consideras
que sea tan grave de veras
para expulsarlo del templo.

Lara: Podéis pensar que es muy tonto,
pero algo con lo que choco
es que un tío se saque los mocos
y se quede tan contento
mientras te sigue hablando,
que aunque sea en confianza,
también pesa en la balanza,
y de a poco va sumando.
Que no sé si es que me tienta
o me impone como tasa,
por compartir vida y casa,
un vicio que desalienta.

Rosa: ¡Eh! Tampoco es para tanto,
no le llamaremos vicio.
¡Decir que no es lindo oficio
es justo a todo punto!
Pero suspender al chaval
y condenarle al destierro
me parece mucho hierro
por una miseria banal,
que sé de calamidades
que aguantan otras mujeres,
por amor o por haberes,
que son los mocos bondades.

Lara: Que no son los mocos, Rosa.
Que no me gusta está claro.
Hoy veo con desagrado
una tacha en cualquier cosa.
¿Qué debo sentir por mi novio,
más si es pronto ser su esposa?
¿No es más normal ser dichosa,
que encontrar razón de oprobio
en todo cuanto sucede?
Y si es grande la molestia
de tornar en hombre al bestia,
porque la rana no cede,
me pregunto: ¿Qué merece
tanto mi empeño y constancia,
si conviene la distancia
de quien nos pausa y decrece?

Elisa: ¿Quién te pone una pistola
en la sien para forzarte?
Aprende antes de acostarte
que en esto decides tú sola.
Mira a Rosa ¿Quién diría
que su pecho late fuerte,
aunque maldiga su suerte
varias veces cada día?

Rosa: Buen ejemplo, buena amiga.
Es cierto que cambiaría
de mi hombre… ¡Madre mía!
¡Muchas cosas, mucha miga!
Pero también es muy cierto
que nadie reúne como él
lo que más admiro de un ser,
y siempre se brinda abierto
a escuchar mis argumentos.
Luego ya, si hace o no hace,
tiene siempre un desenlace,
que no es más que otro momento.
Y con esto, creo, termino.
que cada uno es cada cual,
y a mí no me parece mal
que camines tu camino. (dirigiéndose a Lara)

Lara: Me fastidia sobre todo
sentir dudas al decidir.
No quiero con esto decir
que lo evito de algún modo;
es que sólo estoy segura
cuando no queda en qué pensar.
que después de sopesar,
dar el paso no me apura.

Rosa: De sobra sabemos todas
las que estamos ahora aquí,
que una sabe si es que sí,
si es que no, si no es ahora…

Elisa: Sin llegar a hablar de boda,
que en realidad importa o no,
hablamos de aceptar a uno
que no pega ni con cola
en detalles en que mola
ir los dos al unísono.
Si el hombre viene del mono
no soy yo quien se acomoda,
que por tener hombre al lado
hay quien se vuelve del revés
hay quien renuncia a ser quien es,
por la ilusión de un amado.

Susi: Equivocado es pretender
escoger a una persona
y ponerse rezongona
porque no sea posible hacer
de ella lo que queramos.
Que por desear ser patrona,
vestir de seda a la mona
nos deja peor que estamos.
¿Has pensado algún momento
que fuera al revés la historia,
y quisiera él que su novia
fuera princesa de un cuento?


Lara: Es que no resulta fácil
conseguir el apropiado.
Con el corazón ajado
queda un sentimiento grácil.
Mejor debería elegir
el destino de mi pasión,
e impedir a mi corazón
empeñarse para sentir.
Por un tiempo, por lo menos,
no quisiera encontrar varón
que venga a nublar mi razón
y a acampar ancho en mis fueros.

Susi: ¡Y dale Perico al torno!
Que no es preciso rebuscar
lo que solo debe llegar.
¡Que no sea el amor trastorno!
Por recibir un “te quiero”
no me fuerzo a corresponder,
y será el mismo proceder
si mi amor clama el primero.

Lara: La verdad es que no espero.

Rosa: Negarse la ocasión no es
más que hacerlo todo al revés.
“No amo” no es decir “no quiero”.

Susi: Por un “te quiero” verdadero
sentiría agradecimiento.
Y si ha llegado el momento
en que me digan te quiero,
es porque también mi sentir
he mostrado a ese hombre,
por lo que nadie se asombre
si accedo presta a asentir,
y que resuelva acogerle
con lo bueno y lo no tanto,
que de mí hay otro tanto
que quisiera no mostrarle.

Elisa: Querida Susi, bien dicho.
Que si no hay señor perfecto,
también una tiene defectos,
y no es causa de entredicho.
Para caballo sin mancha,
quédese una sin él,
que en las cosas del querer
tiene el alma manga ancha.

Susi: Tus palabras me hacen gran bien,
sé que hablas con cariño,
y os anuncio sin aliño
que me voy a vivir con Gabriel

Rosa: Calladito lo tenías!

Elisa: Era algo previsible.

Rosa: No era claro, sí posible.

Susi: Ni siquiera yo sabía,
pero después de pensarlo,
no deseo otra cosa
que vivir como su esposa.
Como somos, aceptarlo.
No tengo nada pensado
más que hacer el bien que pueda
a quien con bien me da prueba
de amarme y sentirse amado.

Lara: Disculpadme si protesto,
que no es que no me interese
lo que a una amiga le pase,
pero yo vengo a hablar de esto
que me recome por dentro,
y resolver aquí mismo
este grave anacronismo
antes que llegue el momento
en que me encuentre en el altar
tomando por mi marido
a quien pensé haber querido
y no es mi intención afrentar

Elisa: De ningún modo puede ser
seguir con planes de boda
cuando justo te incomoda
quien quiere que seas su mujer.

Susi: Pienso lo mismo que Elisa.
Haz algo ya y no entretengas
a quien no es justo que tengas
más tiempo de esta guisa.

Elisa: Mejor tarde que más tarde.

Lara: Eso mismo creo y, añado,
que el haberme retirado
no me convierte en cobarde.

Elisa: Hablas ya como soltera…

Susi: Lo decide en este instante,
ahora mismo, aquí delante,
en la reunión cafetera.
¡Ay, si no te conociera! (dirigiéndose a Lara)

Rosa: Pues desde el jardín de infantes.

Lara: Parece que fuera de antes.

Elisa: ¡De la ecografía primera!

Lara sonríe, las demás también. Lara se ríe, las demás también.

FIN DEL ACTO

Con mi admiración por Lope y un guiño a Umbral.
P.S. En “Conversación de patio…”, imperdonable, olvidé hacer un guiño a Goscinny. http://www.petitnicolas.com/

miércoles, 5 de enero de 2011

# 19. Conversación de patio con final feliz.



-¡Lara quiere a Sergio! ¡Lara quiere a Sergio! ¡Lara quiere a Sergio! – se ha puesto a gritar Elisa cuando ha salido al patio. Elisa es una niña muy guay porque habla mucho y lo sabe casi todo, pero a veces nos escondemos porque habla mucho.

-¡Lara quiere a Sergio! Vuelve a gritar Elisa, delante de Susi, de Rosa, de Lara y de mí, que yo también estoy con ellas. Lara siempre dice que ella hace lo que quiere.
- ¿Y qué? Yo hago lo que quiero – dice Lara.
- Pues Sergio se come los mocos, y ahora tú también te vas a comer sus mocos –dice Elisa.
Lara ha puesto cara de asco:
- ¡Puaj! ¡Qué asquerosa eres! Sólo se los ha comido dos veces, y además ¿a mí qué me importa?
- Ahora no te importan los mocos porque no os dais besos pero cuando seas mayor de once o doce o por ahí y te des besos te vas a comer los mocos –dice Elisa que casi se queda sin aire.
- ¡Puaj!, te los vas a comer… -suelta Rosa, que piensa las cosas muy despacito.
- A lo mejor es que le gustan y también es una comemocos ¿y qué? A mí me gustan las espinacas –dice Susi.

A Susi no le gustan las discusiones, y si alguna de las otras discute, se enfada, se pone a llorar y se va. Yo le digo que no se vaya, que podemos jugar a las señoritas que separan a niñas que se pelean, pero ella dice que no le gusta jugar a eso.
– ¡Puaj!, eres una comemocos –dice otra vez Rosa.
- Bueno ¿Y qué? Si se los come, que se los coma. ¿Sabes qué? Antes no me gustaba el pan integral y ahora me como una tostada todos los días ¡y tiene fibra! Y además es el más guapo de la clase.
- Pues yo no necesito fibra, y no me he comido nunca una tostada de esas y como sé que no me va a gustar nunca, por eso no voy a probar los mocos –dice Elisa casi sin respiración.
Y así por que sí, Susi nos cuenta el último día que comió espinacas.
-El último día que comí espinacas, vino mi vecino Alberto a casa porque sus padres tenían que salir por ahí. Como a Alberto no le gustan las espinacas se puso a jugar y me tiró una cuchara llena de espinacas a la cara. Mi mamá le cambió la cena y le preparó salchichas y puré. Yo comí un poco de puré también, y le puse un pegote de puré a Alberto en su silla, y nos reímos mucho pero mi madre no. Es un chaval guay, Alberto.
- Pues vaya chaval guay que te tira espinacas a la cara –dice Lara.
- Estábamos jugando, y las espinacas son comida pero los mocos no. Eso lo dices por envidia –contesta Susi, que creo que no le ha gustado que Lara hablara así de su vecino guay.

Estábamos todas comiendo nuestros bollitos y mirándolas, era chuli porque parecía una merienda delante de la tele.

- ¡Hala! ¡Envidia!... ¿De qué envidia? ¿De qué estamos hablando? –pregunta Rosa
- Susi tiene envidia de que yo tengo novio y ella no –dice Lara.
- Yo sí tengo novio –suelta Susi
Entonces Rosa abre los ojos como un pez y le pregunta:
-¿Qué? ¿Tienes novio?
- Alberto es mi novio.
- ¿No es tu vecino? –vuelve a preguntar Rosa
- Es mi vecino y es mi novio. Una persona puede ser dos personas a la vez, mira mi madre, también es amiga de un señor gordo –dice Susi, que no habla mucho pero cuando habla cuenta muchas cosas aunque no vengan a cuento.

- Pues bueno, pues entonces, si las dos tenéis novio, asunto resuelto – dice Elisa.
- ¿Qué quiere decir eso, Elisa? ¿Quién es el señor gordo? ¡Ay, no cambiéis de tema todo el rato! –dice Rosa.
- ¡Jolín, Rosa, cállate de tanta pregunta! – le digo yo – a ver ¿qué pasa ahora?
- No pasa nada. Sólo pasa que a uno no le gustan las espinacas y al otro le gustan los mocos – dice Elisa.
- Es que a cada uno le gusta lo que le gusta – digo yo – ¡Eso es tan fácil que lo sabe hasta un niño de infantil de tres años!

- ¿Te gusta que Sergio se coma los mocos? –pregunta Rosa, que parece que le interesa todo este rollo. Cuando Rosa se pone seria como si fuera mayor nos asusta un poco, porque no sabemos si está bien.

- ¡Claro que no! Pero le voy a decir que no lo haga más, y verás como ya no lo hace más.
- ¡Y yo que me lo creo!- dice Elisa.
-¿No te lo crees? ¡Vas a ver cómo se lo digo! –dice Lara
- ¿No dice ella –y me señala a mí- que a cada uno le gusta lo que le gusta? Pues a Sergio le gustan los mocos y se los va a seguir comiendo y si deja de comérselos será porque se da cuenta de que es un marrano, pero no porque se lo pidas tú –dice Elisa
- Eso lo dirás tú…
- Eso lo dice mi hermana, y dice que cuando un chico hace algo que no soportas es porque no es tu chico, y que sabes que has encontrado a tu chico de verdad porque no le cambiarías nada. Mi hermana dice que si tienes un chico que no es tu chico, estás tonta, porque el tuyo está por ahí, suelto, como un coche de choque.

-Jajaja –nos da la risa a Susi, a Rosa y a mí, y digo:
- ¿Te imaginas todos nuestros novios que son coches de choque y no nos encuentran en todo el día? ¡Pobrecitos, venga chocarse! –pero nos da risa de pensarlo.

La hermana de Elisa tiene 16 años y su papá es otro papá que no es el de Elisa. Tiene el pelo rojo y se llama Julia, y duerme en la misma habitación que Elisa, pero con cascos.

- Pues es muy lista, la hermana de Elisa, creo yo -dice Rosa y me mira a mí- y tú tienes razón porque, al final, Susi tiene novio, Elisa no tiene y Lara va a dejar al suyo – dice Rosa y se sube los calcetines – y si habéis terminado el almuerzo, como todas tenéis lo que queréis, podemos jugar a pillar.
Le da un calbotazo a Susi y dice “¡Tú la llevas!” y sale corriendo con Susi detrás y Lara también.

- ¿Vamos a jugar? –me pregunta Elisa-.
Y nos vamos corriendo.

Al ratito suena el timbre de que se acaba el recreo y vamos a la fila para entrar en clase. Lara viene contenta y Elisa le pregunta si está contenta y Lara le dice que sí.

- ¿Qué quieres hacer ahora? – le pregunta Elisa.
- Ahora quiero jugar con mis amigas. –Lara siempre dice que ella hace lo que quiere-
-¡Toma, y yo! –dice Rosa- pero tenemos que entrar en clase.

Nos reímos mucho cuando Rosa no se entera, como ahora. Elisa y yo nos damos la mano para entrar de dos en dos. Es una niña guay, mi amiga Elisa.