domingo, 1 de mayo de 2011

# 28. ¡Boba!



Hay una mujer, una tal Elena, que se cruza constantemente en mi vida por unas cosas u otras, y con su aspecto y voz de tontita me ha plantado cada sentencia que roza lo surrealista...
Después de unos años sin verla, nuestros caminos volvieron a encontrarse. Nuestros hijos iban al mismo colegio, y los mayores a la misma clase. En una ocasión, durante una cena entre madres, una amiga argentina me hizo un comentario sobre el joven extranjero con el que yo salía en ese tiempo:
- Hoy vi a tu gringuito con vos en el patio, cuando fueron a buscar a los nenes. No me acerqué para no arruinarle el festín, porque el muchacho te comía con la vista.
Las otras sonrieron y empezaron a prestarnos atención. Elena intervino:
- Lo que no sé es qué es lo que ha visto en ti.
Escuché los cubiertos de las otras mamás caer en los platos, se hizo un silencio que se podía cortar con cuchillo, y a mí me entró un ataque de risa. Entre carcajadas, le respondí:
- De verdad que no lo sé pero, seguro, que es algo que no ve en ti.
No quise recibir honores ni menciones por una victoria dialéctica que me habían servido en bandeja, así que no miré a nadie y me serví un poco de vino. Con todo, la cena resultó más simpática de lo esperado.

*****

Los viernes viene a recogerme el padre de un alumno de clases particulares. Sueco, divorciado desde hace dos años. La semana que le corresponde la guardia del niño me recoge a la salida del trabajo, y después de la clase me trae de nuevo al centro, con su hijo, y cenan fuera. El sueco está muy bueno y es muy mono, como los de Aha, pero sin tupé y con sus cuarenta años bien plantados. El hombre tenía hoy dolor de cabeza y paró para comprar un analgésico al pasar por una farmacia. Me quedé en el coche.
Por el cristal del escaparate pude ver a Pedro, mi amigo el farmaceútico. Pedro sale a atender cuando hay demasiada gente para los dos auxiliares que despachan. No sé si se puede decir que Pedro es gay. Durante la facultad salió con algunas chicas, hasta que terminó enamorándose de su compañero de piso, con quien compartía una infinidad de aficiones y con quien se divertía mucho. Algo que adoro de Pedro es su agudo sentido del humor, con toque inglés.
También ví por el escaparate a la pobre estúpida de Elena. Estaba mirando potingues para la cara. Cerré el coche y entré en la farmacia. Solté un "Buenas tardes" de chica de telediario, que hizo el efecto que esperaba. Guiñé un ojo a Pedro. Me acerqué al sueco y le dí las llaves del coche. Le expliqué al oido que había recordado que necesitaba un par de cosas, y me quedé a su lado. Ni bien terminaban de cobrarle a mi jefe, un claxon sonaba en la calle.
- El coche molesta -le dije con familiaridad- Muévelo, que yo voy en seguida.
El sueco no manejaba el castellano para darse cuenta de que le había tuteado por primera vez.
- Ok, estoy fuera - y sonrió sin saber muy bien porqué.
Justo Pedro se despedía de un cliente.
- Buenas tardes, le dije
La puerta se cerró tras el sueco
- ¡Cariño! - dije yo girando la mirada hacia la salida- oh, bueno...
- Buenas tardes ¿En qué le puedo servir? - me preguntó Pedro
En ese momento, Elena sujetaba un tarro de crema desmaquillante con una mano, mientras que su mirada y su atención estaban clavadas en mis movimientos
- Necesito preservativos
- ¿Alguno en especial? Hay envases de 3 de 6 y de 12.
- Bien... tres cajas de doce pero, dígame: ¿Tiene tallas?
Elena avanzó unos pasos, se detuvo junto a la góndola de higiene dental.
- Sí, bueno, están los normales, con diferentes texturas, colores, etc, y hay otras tallas.
- Necesito la grande, la más grande de todas.
- Este, por ejemplo, es extraflexible.
- No, verá... es que si no es la mayor, con las demás es inútil intentarlo, no es posible.
- Pues creo que estas dos cajas del fondo son las únicas que tengo, no se venden con frecuencia.
- Cierto, no es fácil encontrarlos.
Elena dejó el tarro de desmaquillante entre los dentífricos y cogió un rollo de seda dental. Avanzó hasta el expositor de artículos solares.
- Bien, quisiera un aceite de almendras dulces y canela, del que se emplea para masaje estimulante. Es de la misma casa que estos guantes del mostrador -seguí pidiendo.
- Tenemos la presentación de 750ml.
- Está bien. Por último, voy a necesitar un complejo vitamínico, algo que usen quienes hacen mucho deporte.
- Estas grageas son indicadas para periodos de aumento de la actividad física, tiene para un mes- me dijo Pedro, aguantando la risa.
- Muchas gracias, pues eso es todo. Si es tan amable de cobrarme...
Pedro embolsaba los artículos y hacía la caja, me acerqué al escaparate y saludé calurosamente con la mano a mi jefe, que no me vió porque estaba maniobrando para aparcar el coche. "Ya voy, tesoro" dije a media voz, mirando al cristal, e hice sonar la sintonía de mi móvil. Me giré de nuevo hacia el mostrador sonriendo, con el teléfono en el oido.
- ¡Claro que puedes esperar! -dije a mi teléfono sordo- ¡Claro que los he comprado! Y tú ¿Pusiste el champagne al frío? Excelente; va, tonto, que salgo en seguida. Voy a pagar.
Entregué el dinero a Pedro y se dispuso a buscar el cambio. Elena estaba a mi lado, con la seda dental en una mano y un aftersun en la otra.
- Un gringo nuevo, hola, embajadora de las Naciones Unidas...
- Hola chica! No, no es el nuevo, es el otro. Con este salgo desde hace dos años, si no me visita mi amigo de Luxemburgo o el de Barcelona. ¿Todo bien? ¿Remozando el botiquín veraniego?
- Quiero cambiar de crema facial de día -respondió Elena indiferente- ¿Cómo estás tú? Lo de verse en una farmacia...
- Muy bien, todo muy bien. La cosa es que nos vamos a meter en casa para follar todo el fin de semana, y estamos reuniendo las últimas provisiones.
- ¡Ahhh! - dijo mi interlocutora, dejando la boca abierta a la vez que miraba al exterior y veía al sueco buenorro, esperándome en el coche.
- Hala, pues eso, me alegro de saludarte, y me voy corriendo, que hace tres días que no nos vemos y este está como loco por entrar en faena. ¡Que vaya bien!
Pedro atendía a otro cliente, me guiñó el ojo cuando le dije "Muy amable, señor, muchas gracias y buenas tardes."
Crucé hasta la acera de en frente, donde esperaba mi cochero con la capota abierta -estos nórdicos nunca tienen frío-.
- Tiene usted un color muy pálido, le dije ¿Me permite que compruebe si tiene temperatura?
El hombre, extrañado y fuera de juego, me contestó afirmativamente.
Entré en mi asiento y me giré hacia él, él hacia mí. Llevé mi mano a su sien y media frente; la pava pegada al cristal de la farmacia, mirándonos.
- Pues no, parece que no hay fiebre- le sonreí. Vayámonos cuando quiera, en diez minutos Sven tiene clase de inglés. Si quiere luego puedo coger un taxi.
- Creo que sí, en cuanto llegue me tomo esto y me voy a la cama hasta que termine la clase. Luego prepararé algo de cena para Sven, no tengo mucho apetito. Yo me ocuparé del taxi, es una buena idea, muchas gracias por sugerirlo.
Me dedicó un gesto sonriente muy cortito de agradecimiento. Arrancó y nos fuimos. Yo a lo Grace Kelly, con fular en el cabello y gafas de sol.
¡Toma, Elena! Boba.