miércoles, 5 de enero de 2011

# 19. Conversación de patio con final feliz.



-¡Lara quiere a Sergio! ¡Lara quiere a Sergio! ¡Lara quiere a Sergio! – se ha puesto a gritar Elisa cuando ha salido al patio. Elisa es una niña muy guay porque habla mucho y lo sabe casi todo, pero a veces nos escondemos porque habla mucho.

-¡Lara quiere a Sergio! Vuelve a gritar Elisa, delante de Susi, de Rosa, de Lara y de mí, que yo también estoy con ellas. Lara siempre dice que ella hace lo que quiere.
- ¿Y qué? Yo hago lo que quiero – dice Lara.
- Pues Sergio se come los mocos, y ahora tú también te vas a comer sus mocos –dice Elisa.
Lara ha puesto cara de asco:
- ¡Puaj! ¡Qué asquerosa eres! Sólo se los ha comido dos veces, y además ¿a mí qué me importa?
- Ahora no te importan los mocos porque no os dais besos pero cuando seas mayor de once o doce o por ahí y te des besos te vas a comer los mocos –dice Elisa que casi se queda sin aire.
- ¡Puaj!, te los vas a comer… -suelta Rosa, que piensa las cosas muy despacito.
- A lo mejor es que le gustan y también es una comemocos ¿y qué? A mí me gustan las espinacas –dice Susi.

A Susi no le gustan las discusiones, y si alguna de las otras discute, se enfada, se pone a llorar y se va. Yo le digo que no se vaya, que podemos jugar a las señoritas que separan a niñas que se pelean, pero ella dice que no le gusta jugar a eso.
– ¡Puaj!, eres una comemocos –dice otra vez Rosa.
- Bueno ¿Y qué? Si se los come, que se los coma. ¿Sabes qué? Antes no me gustaba el pan integral y ahora me como una tostada todos los días ¡y tiene fibra! Y además es el más guapo de la clase.
- Pues yo no necesito fibra, y no me he comido nunca una tostada de esas y como sé que no me va a gustar nunca, por eso no voy a probar los mocos –dice Elisa casi sin respiración.
Y así por que sí, Susi nos cuenta el último día que comió espinacas.
-El último día que comí espinacas, vino mi vecino Alberto a casa porque sus padres tenían que salir por ahí. Como a Alberto no le gustan las espinacas se puso a jugar y me tiró una cuchara llena de espinacas a la cara. Mi mamá le cambió la cena y le preparó salchichas y puré. Yo comí un poco de puré también, y le puse un pegote de puré a Alberto en su silla, y nos reímos mucho pero mi madre no. Es un chaval guay, Alberto.
- Pues vaya chaval guay que te tira espinacas a la cara –dice Lara.
- Estábamos jugando, y las espinacas son comida pero los mocos no. Eso lo dices por envidia –contesta Susi, que creo que no le ha gustado que Lara hablara así de su vecino guay.

Estábamos todas comiendo nuestros bollitos y mirándolas, era chuli porque parecía una merienda delante de la tele.

- ¡Hala! ¡Envidia!... ¿De qué envidia? ¿De qué estamos hablando? –pregunta Rosa
- Susi tiene envidia de que yo tengo novio y ella no –dice Lara.
- Yo sí tengo novio –suelta Susi
Entonces Rosa abre los ojos como un pez y le pregunta:
-¿Qué? ¿Tienes novio?
- Alberto es mi novio.
- ¿No es tu vecino? –vuelve a preguntar Rosa
- Es mi vecino y es mi novio. Una persona puede ser dos personas a la vez, mira mi madre, también es amiga de un señor gordo –dice Susi, que no habla mucho pero cuando habla cuenta muchas cosas aunque no vengan a cuento.

- Pues bueno, pues entonces, si las dos tenéis novio, asunto resuelto – dice Elisa.
- ¿Qué quiere decir eso, Elisa? ¿Quién es el señor gordo? ¡Ay, no cambiéis de tema todo el rato! –dice Rosa.
- ¡Jolín, Rosa, cállate de tanta pregunta! – le digo yo – a ver ¿qué pasa ahora?
- No pasa nada. Sólo pasa que a uno no le gustan las espinacas y al otro le gustan los mocos – dice Elisa.
- Es que a cada uno le gusta lo que le gusta – digo yo – ¡Eso es tan fácil que lo sabe hasta un niño de infantil de tres años!

- ¿Te gusta que Sergio se coma los mocos? –pregunta Rosa, que parece que le interesa todo este rollo. Cuando Rosa se pone seria como si fuera mayor nos asusta un poco, porque no sabemos si está bien.

- ¡Claro que no! Pero le voy a decir que no lo haga más, y verás como ya no lo hace más.
- ¡Y yo que me lo creo!- dice Elisa.
-¿No te lo crees? ¡Vas a ver cómo se lo digo! –dice Lara
- ¿No dice ella –y me señala a mí- que a cada uno le gusta lo que le gusta? Pues a Sergio le gustan los mocos y se los va a seguir comiendo y si deja de comérselos será porque se da cuenta de que es un marrano, pero no porque se lo pidas tú –dice Elisa
- Eso lo dirás tú…
- Eso lo dice mi hermana, y dice que cuando un chico hace algo que no soportas es porque no es tu chico, y que sabes que has encontrado a tu chico de verdad porque no le cambiarías nada. Mi hermana dice que si tienes un chico que no es tu chico, estás tonta, porque el tuyo está por ahí, suelto, como un coche de choque.

-Jajaja –nos da la risa a Susi, a Rosa y a mí, y digo:
- ¿Te imaginas todos nuestros novios que son coches de choque y no nos encuentran en todo el día? ¡Pobrecitos, venga chocarse! –pero nos da risa de pensarlo.

La hermana de Elisa tiene 16 años y su papá es otro papá que no es el de Elisa. Tiene el pelo rojo y se llama Julia, y duerme en la misma habitación que Elisa, pero con cascos.

- Pues es muy lista, la hermana de Elisa, creo yo -dice Rosa y me mira a mí- y tú tienes razón porque, al final, Susi tiene novio, Elisa no tiene y Lara va a dejar al suyo – dice Rosa y se sube los calcetines – y si habéis terminado el almuerzo, como todas tenéis lo que queréis, podemos jugar a pillar.
Le da un calbotazo a Susi y dice “¡Tú la llevas!” y sale corriendo con Susi detrás y Lara también.

- ¿Vamos a jugar? –me pregunta Elisa-.
Y nos vamos corriendo.

Al ratito suena el timbre de que se acaba el recreo y vamos a la fila para entrar en clase. Lara viene contenta y Elisa le pregunta si está contenta y Lara le dice que sí.

- ¿Qué quieres hacer ahora? – le pregunta Elisa.
- Ahora quiero jugar con mis amigas. –Lara siempre dice que ella hace lo que quiere-
-¡Toma, y yo! –dice Rosa- pero tenemos que entrar en clase.

Nos reímos mucho cuando Rosa no se entera, como ahora. Elisa y yo nos damos la mano para entrar de dos en dos. Es una niña guay, mi amiga Elisa.

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