miércoles, 9 de febrero de 2011

# 21. Dulce de yema.


Tinta china y color sobre papel.

Cena de trabajo. Ligera, regada con tinto añejo. Cerca de la media noche dejo el lugar con pereza, y al verme sola en el coche me apetece escuchar la radio.

Suena jazz. El saxo es envolvente y fluido, y el piano sugiere un sendero sinuoso y sonriente, como un tobogán de parque acuático. La música me invita a deslizarme por un tirabuzón de la imaginación, al final del cual te encuentras tú. Una invitación a piel clara de hombre claro -hombre claro y conciso-; sonrío.

Y al son, en la carretera solitaria, con luces de semáforos, farolas y ventanas lejanas como fondo visual, te descubro tendido sobre sábanas. Y yo sobre ti tendida... es decir, extendida. Es tu piel lo que estoy buscando. Como mantequilla tibia me impregno y penetro por tus poros, me fundo maliciosa y me incorporo a tu torrente sanguíneo, te recorro, te aceleras, te retengo, te desesperas. Te susurro al oido parte de lo que deseo hacerte, y dejo que tus ojos expectantes busquen una razón para descifrar los pequeños caprichos (¿He dicho castigos?) que deseo regalarte. Quiero que tu mirada me pida la ejecución de mis susurros, quiero que quieras mucho, que quieras más. ¡Qué mágico el instante en el que, juntos, nos calzamos un par de alas para volar!

Cierras los ojos con la cabeza desplomada. Tus labios transmiten tu excitación y los míos los comen. Mientras, mis caderas recluyen ávidas tu viril turgencia, y danzan acompasadas, rítmicas. Me das hambre. Empleo tu erección en un lento cortejo interior, presionando tu sexo dentro del mío como el dedo que rebaña un tarro de dulce de leche vacío: todo a lo largo y a lo ancho, todo su profundo fondo.

Ofrezco mis pezones a tu boca gozosa y perdida en un laberinto de gustos inesperados. Tu boca. Encuentras en mis pechos un recodo donde libar con la calma de quien no piensa, con la intensidad de quien no piensa en otra cosa. Estando sobre ti y tú dentro de mí, esa boca tuya es un resorte que me empuja a la urgencia, que desbarata mi paciencia y me lleva a cabalgar con prisa. Me das ganas. Siento que me precipito y no quiero que así sea. Freno la succión que me enloquece y agarro con las dos manos tu cuello. A veces, a cambio del placer que me das te mataría. Otras veces te daría mi vida. Cuando me llevas a ese punto, poco importaría lo uno o lo otro. Pregunto al cielo -para mis adentros- qué color es este.

Te esculpo con mis manos, con mis labios, con mi boca. Escupo bajo tu espalda, explora mi lengua tus quejidos, te confundo y te giro, para enfrentarme a tu sexo, y coronar de nuevo esta cima.

Soy un paréntesis abierto, que te contiene y me llena. Insisto, regreso mi rostro sobre tu pecho, me curvo, te huelo. Tu olor. Muerdo tus brazos extraviados que se escapan pero regresan, que me temen pero me buscan. Tus ojos. Confundidos por momentos me suplican no saben qué. Tu voz. Ahogada y entrecortada se queja agradecida. Tu piel. Presa e impaciente por llegar al centro de este universo.

Ruego que intervengas, apelo a tus manos... ¡Tus manos! Sé que saben el camino, y al evocarlas me llevan a buen destino.

Detenida en una parada, en una hora en la que ya no para ningún colectivo, con las luces de emergencia señalando una hora y un sitio, me encuentro con la yema de mi corazón derecho arrugada. Lentamente, la extraigo de su cobijo y la llevo a mi boca. Saboreo dulce de yema.

Dedicado a tus manos.

8 comentarios:

  1. Alucinante! Gracias por regalarnos estas delicias :))

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  2. Soy yo quien te da las gracias, Javi, por tu fidelidad a mis líneas... no tendrían sentido de otro modo,

    y R... supongo que llevas razón (uf), y gracias :)

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  3. Muchas gracias, Begoña. Me alegra saber que a las mujeres con criterio les gusta lo que cuento, es un incentivo grande.

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  4. ... valiente, espectacular ... eva ... qué difícil es escribir de sexo con esa sutileza, esa pasión, ese amor ... precioso e intenso, muy intenso .... tus palabras llenan de deseo ... y de placer ...

    Un besiko

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